Zamora no se conquistó en una hora… ni falta que hacía. Es mucho mejor pasarse dos, tres, cuatro o las horas que hagan falta paseando por sus calles. Ya se conquistará más tarde. Una ciudad pequeña, pero bien cuidada, limpia, agradable, con vida en la plaza y con frescos jardines junto a la catedral y el castillo rodeando intramuros. Uno de esos tesoros que el Duero regala en mitad del amarillo mesetario.
Y todo ello alzado en el románico elegante de sus templos y bajo la mirada del legendario Viriato, terror romanorum del que tan poco se conoce y tanto se ha escrito y rodado.
No lo cuento, lo muestro.